El nuevo periodismo

Probablemente en la Universidad de Columbia ya estén cambiando los fundamentos del Periodismo. Las famosas cinco W pasarán a ser tres, y éstas significarán World Wide Web. Porque las buenas prácticas del periodismo se han perdido, por completo. No sólo en medios de comunicación de masas de gran escala, sino que también los medios locales padecen esta extraña fiebre.

El periodismo sufre un virus producido por el bombardeo de muchas influencias que lo desprestigian, lo banalizan y le quitan todos los méritos que tuvo en antaño este cuarto poder.

Nuevas rutinas periodísticas

Aunque de todos es sabido que el copy-paste es una práctica ancestral en nuestra profesión (leed por favor a Puig i Ferrater), las tres nuevas W’s hacen que cada día sea más fácil conseguir contenidos para publicar. Pero, ¿qué tipo de información? Yo la defino como información-que-nadie-sabe-quién-la-ha-proporcionado-y-que-parece-cierta. ¡Mec! Error.

Contrastar los contenidos ha pasado a ser una vieja tradición de los Médicis Periodísticos. Con lo fácil que es ahora enviar mails, telefonear, preguntar…y lo difícil que resulta encontrar una sola noticia que haya sido comprobada con varias fuentes. Las ruedas de prensa, convertidas todas en un self-service aunque sin buffet libre, son los mismos monólogos de quienes las dan, en las que los periodistas graban, anotan y vuelven autistas a la redacción. Eso sí, sólo aquellos afortunados que asisten a las mismas.

Pero más malo que el copy-paste a la Wikipedia, es la epidemia del reporterismo de oficina. Aquel parecido a Callejeros, aunque la emoción quede en la redacción. Aquel que pretende alardear de quilómetros recorridos, aunque la trayectoria del ratón del ordenador sea la distancia más larga recorrida.

¿Quién quiere ser periodista?

Pero peor que escayolar sin hacer radiografía es operar sin ser médico. Y ése es el gran cáncer de  nuestra profesión. No sólo los cuatro listillos llamados contertulios o colaboradores de programas de televisión son los culpables de la intromisión a nivel de bomba de destrucción masiva. Todas las personas que escriben, presentan y locutan sin previo conocimiento ni estudios que le avalen son culpables de degenerar nuestra profesión. O, ¿acaso se dejarían operar por una persona que no tuviera su licenciatura en medicina?

Y eso es lo que hace que los sueldos sean bajísimos, que los que decidimos ser periodistas gracias a los artículos de Manuel Vicent nos sintamos estafados por los que se hacen llamar colegas, más próximos a los medios por amistades que no por experiencia y aptitudes, y reivindiquemos que muchos/as que llevamos la marca de calidad “Autònoma” merecemos nuestro espacio y derecho a trabajar de lo que hemos estudiado.

Porque sólo el buen periodista, el que ha estudiado cuatro años, es capaz de distinguir un acontecimiento de la propia tematización, sabe que no sólo la palabra del político basta, sabe que no vale con ver, oír y callar, sabe que él es el único que puede desmontar gobiernos (Dios bendiga el Watergate) y, pese a todo, es el único que sabe que la pretendida objetividad es el ritual estratégico de defensa de cada uno.

 

 

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